Invertir es especular, es hacer una apuesta. Uno no puede estar seguro de que vaya a salir bien, porque entran en juego factores que se nos escapan. Pero siguiendo criterios más o menos lógicos, uno puede detectar una oportunidad y lanzarse. Es por eso que, cuando inviertes, el control de riesgo es fundamental: nadie, insistimos, conoce el futuro, ni hay patrones infalibles.
Menos operaciones = menos riesgo = inversión más barata
Una forma de reducir el riesgo, obviamente, es reducir el número de veces que se apuesta. La inversión a largo plazo no requiere de muchos saltos de fe, solo unos pocos y espaciados en el tiempo. No es estar delante de la ruleta a diario o de un gráfico imaginándose que existen patrones como quien cree en la astrología. No vas a enriquecer a tu bróker, que, por supuesto, promocionaran tal o cual curso, muy seguramente cortoplacista, poniendo sus plataformas a disposición de esos alumnos.
La reducción del número de veces que se apuesta supone necesitar suerte menos veces. Es decir, cuando inviertes a corto, necesitas que la caprichosa fortuna esté de tu lado una infinidad de veces más que cuando inviertes a largo plazo. Tener que acertar 10 preguntas de las que no sabes la respuesta en un test no es lo mismo que tener que acertar 20000.
A más tiempo, menos aleatoriedad
¿Qué es lo que de verdad da valor a una empresa? Sus expectativas de futuro. Pero estas expectativas pueden variar por muchos criterios: noticias favorables/devastadoras, cambios o impactos geopolíticos, presentación de resultados… Es en esto en lo que se centran muchas de las metodologías largoplacistas. Y lo que es, en fin, la auténtica inversión: apostar por un proyecto que te da buena vibra, que parece que va a ir a mejor.
La inversión cortoplacista no es así, ni de lejos. Se centra, por lo general, en tratar de adivinar hacia dónde se va a desplazar el precio en una gráfica. Es la sublimación de la aleatoriedad. Hay quienes lo viven como una auténtica religión, quienes racionalizan irracionalidades, quienes dan al precio hasta cierta pseudopersonalidad, como si fuera un ídolo todopoderoso al que hay que tratar de «interpretar» a través de tal o cual supuesto patrón de «comportamiento». Es como poner tus ahorros, lanzar una moneda y ver si sale cara, y en cada acierto ganas dinero, pero en cada fallo lo pierdes. Si tienes tu día de suerte, genial, si no, pues «haber estudiao». Es como ir al casino y creerse Warren Buffett por ganar una mano de Black Jack.
Reducir la aleatoriedad es aumentar tus posibilidades de éxito
Sin embargo, la inversión a largo plazo te permite contemplar todo lo que sucede, es decir, lo que de verdad va a afectar al valor del precio, que no es sino la expresión de las expectativas que genera un activo.
Requiere, por tanto, de paciencia, y en contrapartida, una mucho menor dedicación. No lo vas a controlar, pero sí vas a poder tomar decisiones con información que no se sostenga sobre supercherías: si una empresa gana un contrato muy importante, si anuncia unos resultados nefastos, si logra un récord… Son cuestiones de mayor materialidad y realismo que esperar que una vela japonesa sea verdecita cinco segundos después de comprar un valor.
Combate la inflación y aumenta tus ahorros
¿Cuál es el objetivo de la inversión? ¿Cuál es su función real en el mercado? En efecto, poner tu dinero en un proyecto esperando un rédito futuro, mientras que ese proyecto puede aprovecharlo para crecer. La inversión a corto plazo adultera y corrompe el origen de lo que es invertir: no es invertir, es más bien un juego de azar.
Mientras tanto, y tal y como hemos apuntado, la inversión a largo plazo tiene por objetivo rentabilizar tus ahorros para ir aumentando tu capital, o, al menos, poder batir la inflación y mantener su valor.
La inflación, el enemigo invisible
La inflación es el aumento generalizado y sostenido de los precios de bienes y servicios en una economía a lo largo del tiempo. Cuando los precios suben, el valor real del dinero disminuye: con la misma cantidad se pueden adquirir menos cosas. Esto significa que, si los ingresos o el ahorro no crecen al mismo ritmo que la inflación, el poder adquisitivo se reduce progresivamente. A largo plazo, incluso tasas de inflación moderadas pueden tener un efecto considerable sobre el nivel de vida, especialmente si los ahorros permanecen sin rentabilidad o depositados en cuentas que no ofrecen protección frente al aumento de precios.
La inversión a largo plazo, en cambio, permite contrarrestar ese efecto gracias al potencial de crecimiento del capital en activos que superan históricamente la inflación, como las acciones, los bonos o los fondos indexados. A diferencia del dinero inmovilizado, una cartera bien diversificada y sostenida en el tiempo puede generar rendimientos que no solo preserven el valor del ahorro, sino que lo incrementen. Por eso, invertir con visión de largo plazo no es solo una estrategia para obtener beneficios, sino también una herramienta esencial para proteger el poder adquisitivo frente al deterioro constante que provoca la inflación.
Obten ingresos pasivos y aumenta tu capital
Invertir a largo plazo no solo sirve como escudo frente a la inflación, sino que también permite construir un capital sólido con vistas al futuro, especialmente de cara a la jubilación. Dado que muchas personas ven reducidos sus ingresos al retirarse y dependen exclusivamente de una pensión pública, contar con un fondo de inversión personal puede marcar la diferencia en términos de libertad financiera y calidad de vida. A través del tiempo, esta estrategia no solo protege el poder adquisitivo, sino que sienta las bases para una estabilidad económica duradera.